De Inés Páez de la Torre, psicóloga.-

La víspera de un nuevo año nos dispara, arbitrariamente o no, la necesidad de hacer balances. Nos coloca frente a un renovado almanaque con sus 365 días sin estrenar, haciéndonos sentir que tenemos otra oportunidad para hacer algunas cosas de otro modo, si es que en verdad nos lo proponemos.

Los cambios deseados pueden requerir -relativamente- poco esfuerzo o hasta ser placenteros. Proponernos, por ejemplo, dejar de lado las excusas y no faltar a la salida semanal con amigas/os (porque sabemos que al final la pasamos siempre bien), no deja de ser estimulante.

Pero cortar una relación de pareja de mucho tiempo (o mucho apego), encarar una terapia, cambiar de trabajo, consultar a un sexólogo, dejar de fumar o bajar quince kilos… es otra historia. Hacer un cambio estructural -un “cambio 2”, como le llaman los sistémicos- no es cualquier cosa. Requiere apertura, coraje, decisión. Y eventualmente hasta superar obstáculos.

Autocastigos

Es frecuente que el hecho de plantearnos el objetivo de modificar una conducta o situación vital que nos acompaña desde hace mucho, venga precedido de una etapa de autocastigo y hasta de autoboicot. ¿Otra vez voy a intentarlo? ¿Para qué, si seguro termino volviendo a lo mismo? ¿No será tarde ya? ¿Y si no merezco más? ¿Y si esta vida es el precio que tengo que pagar por los errores cometidos? Es la regla: frente a la posibilidad de un cambio se manifiesta rápidamente una resistencia a él, una tendencia que lucha por mantener las cosas como están, en la zona de confort -aunque de hecho no sea confortable- de lo conocido.

Otras veces el boicot viene -también- de afuera: pequeños movimientos en una dirección diferente a la acostumbrada pueden llamar la atención de la familia, los amigos o los compañeros de trabajo, generando desconcierto y todo tipo de reacciones.

Nuestro poder

Somos mucho más poderosos de lo que nos creemos. Innumerables historias conocidas y otras más anónimas dan cuenta de la capacidad de cambio y superación que tenemos las personas. Pero ser concientes de ese poder supone desconfiar de ese juez interno, casi siempre implacable, que nos desalienta cuando queremos aventurarnos a algo que sale de lo previsto.

De manera que no es mala idea aprovechar el envión que nos ofrece un año nuevo para repensar un poco nuestra vida. Y animarnos a dar esos primeros pasos que nos conducen a los saludables cambios que venimos postergando.